El acoso sexual en el transporte público no es un problema nuevo, pero es hasta ahora que se ha visibilizado.

Durante décadas, estas conductas no solo fueron ignoradas: eran socialmente aceptadas e incluso celebradas.


Los piropos se consideraban un halago, los “roces” eran parte normal del viaje, y las mujeres crecían con esa idea.


Hoy, el cambio normativo y cultural exige detectar, denunciar y sancionar conductas que antes pasaban desapercibidas. Sin embargo, la transición entre esa cultura del “así ha sido siempre” a una cultura  con mayor información y de derechos, ha hecho que el acoso sea más identificable, para combatirlo y erradicar.

Una herencia cultural: lo que antes era permitido, hoy es violencia. Durante mucho tiempo se dijo:

-“Te lo dije por guapa”-

-“Es un halago, no te enojes-

-Es tu culpa por vestirte así-

Frases que justificaron conductas invasivas. Lo que hoy se reconoce como acoso —comentarios sexuales, miradas insistentes, persecuciones, tocamientos “accidentales”— era parte de una masculinidad permisiva validada socialmente.

Esa normalización histórica hace que muchas personas no identifiquen el acoso, lo minimicen, lo confundan con interés o crean que la víctima “está exagerando” o que las propias mujeres no tomen conciencia de que son agredidas.


EL TRANSPORTE COMO ESPACIO DE IMPUNIDAD.


El transporte público, saturado y en movimiento, ofrece condiciones ideales para agresores: anonimato total, posibilidad de desplazarse rápido, falta de testigos atentos, dificultad para intervenir del personal.

La cultura previa de permisividad solo facilitó más este entorno.


FALTA DE CLARIDAD EN LA FRONTERA ENTRE “INCOMODIDAD” Y DELITO


Muchas mujeres aún dudan:

-“¿Lo hizo a propósito?”-

-“¿Estoy exagerando?”-

-“¿Por qué mejor no me muevo y ya?”-

Esto no es duda personal: es consecuencia de décadas de discursos que idealizaron el piropo y justificaron la invasión del espacio personal.

Aunque las leyes han avanzado, el sistema de atención muchas veces enfrenta:


MIEDO A REPRESALIAS Y ESTIGMA


La víctima no solo lidia con el agresor, sino con la reacción social:

-“Seguro lo malinterpretaste”-

-“No llores, no es para tanto”

-“Pues no te vistas así”-


¿CUÁLES SON LAS CONDUCTAS MÁS IRREGULARES Y COMUNES DE ACOSO EN TRANSPORTE?


Frotamiento deliberado aprovechando la saturación.

Piropos disfrazados de “romanticismo”. Herencia de la cultura machista que normalizó el cine nacional.

Grabación sin consentimiento.


EXHIBICIONISMO

Frecuente en vagones menos vigilados.


PERSECUCIÓN DENTRO DE ESTACIONES

Especialmente en transbordos largos.


TOCAR PARTES DEL CUERPO Y NEGAR INTENCIÓN

“Perdón, estaba muy lleno” sigue siendo una coartada común.


ACOSO REITERADO EN RUTAS HABITUALES

El agresor detecta horarios y repite conducta.


¿CÓMO COMBATIRLO?


Una estrategia completa desde movilidad y género:

Erradicar el acoso exige cambiar el sistema, no solo al individuo.


Las acciones deben ir desde el rediseño urbano hasta la cultura institucional.


Transformar el espacio para reducir oportunidades:

iluminación total, que todas las unidades dejen luz neón o falta de luz.

visibilidad en pasillos y parabuses,

cámaras activas,

estaciones sin puntos ciegos.


CAPACITACIÓN ESPECIALIZADA PARA OPERADORES Y PERSONAL


No basta con decir “actúe”. Se necesita:

perspectiva de género,

técnicas de intervención,

cómo proteger a la víctima,

protocolos de atención,

cómo retener al agresor sin poner en riesgo a otros.


CAMPAÑAS QUE DESMONTEN LAS CREENCIAS DEL “HALAGO”


El mensaje debe ser claro:

Lo que antes llamaban piropo, hoy sabemos que es violencia.

Campañas que aceleran el cambio cultural.


PROTOCOLOS UNIFICADOS EN TODOS LOS SISTEMAS


Actualmente, cada sistema tiene reglas distintas.

Debe existir un protocolo único en metro, metrobús, RTP, combis y transporte concesionado.